La jardinería y las antiguas civilizaciones

El  íntimo contacto  del hombre con la naturaleza propició el nacimiento de las antiguas civilizaciones. Estas surgieron al amparo de los grandes ríos y ello no fue casual, puesto que en aquellos albores de la civilización, los hombres buscaban aquellos lugares que les aportaban mayores ventajas con la finalidad de realizarse y desarrollarse. De este modo las poblaciones crecieron entre valles con alto índice de fertilidad y las llanuras aluviales. Las  ventajas eran innegables: El agua permitía el correcto desarrollo de la agricultura, así como aportación directa de alimento en forma de pesca. Asimismo los ríos contribuían a purificar la atmósfera circundante y no menos importante, permitían  la actividad comercial, mediante el flujo de mercancías y así, de paso, el contacto con otros pueblos, por lo que los traspasos culturales eran un hecho. Así pues, la naturaleza era venerada al permitir el crecimiento y supervivencia de esos pueblos.
Basándonos en esta teoría, debemos situar nuestra mirada en  “la tierra entre ríos”, Miyanrudan en persa antiguo o, como la denominaron los griegos, Mesopotamia y aludía a su situación geográfica entre los ríos Tigris y Eufrates. Estas fértiles tierras permitieron el desarrollo de los primeros asentamientos humanos, caracterizados por una economía basada en la agricultura y la ganadería, propiciando la aparición de núcleos urbanos que darían  lugar a las primeras ciudades de la historia. Es la cuna también del nacimiento del jardín: los patios abiertos existentes en las casas incorporan un jardín.
Para Kramer  la historia empieza en Sumer. La estructura social de Sumer surge de la necesidad de regular los desbordamientos del Eufrates, creando para ello grandes obras de irrigación, cuya escala quedaba fuera del alcance de una unidad familiar o de un clan. De este modo surgieron las ciudades- estado, que con posterioridad se fusionarían en un solo imperio cuya capital se establecería en Babilonia en el 2250 a.C.  Hemos mencionado pues, el elemento esencial, el agua, sin el cual la vida no puede existir y que se convertirá en la pieza clave en la composición del paisaje mesopotámico y por ende de su evolución en la forma del jardín persa, de ahí a los jardines árabes con toda la influencia que posteriormente ejercieron estos en la cultura occidental. Las tablillas cuneiformes realizadas en arcilla descubiertas durante las excavaciones arqueológicas, nos permiten saber un poco más de su cultura y concretamente de su concepción de paisaje. Para los sumerios, existió un mundo original caótico, que, tras la intervención del dios Enki, quién lo transformó y adoptó para la vida, se convirtió en la “ciudad primigenia”.

Existen dos representaciones de ese espacio una que, literalmente significa “jardín”, caracterizado por la alternancia de proyecciones verticales en forma de ramas, simulando las plantas, con las proyecciones horizontales, que parecen simular el perímetro de un jardín. La otra representación corresponde al término .Otro concepto hallado en las tablillas hace referencia a un árbol grande y frondoso. En la mitología sumeria se precisaba que el árbol engendrado en las aguas primordiales era el preciado ” cedro celestial”. Así, según  los mitos sumerios, un árbol, muy probablemente un cedro , solía estar plantado por los sacerdotes  en el recinto de los templos. El árbol simbolizaba la unión entre el cielo y la tierra.

Para los sumerios, tanto el paisajismo como la jardinería no les eran ajenos. Una vez finalizada la construcción de los templos y santuarios, escogían y sembraban toda clase de plantas y árboles, jugando con composiciones vegetales que buscaban el placer de los sentidos y que atribuían a los dioses creadores. Así, el Edén, entendido como paraíso, se conquista en Sumeria a través de la técnica, que permite revivir el caos inicial a partir de intervenciones profundas y convertirlo en el espacio ideal para la vida. Vemos que esa manipulación del territorio nos lleva a definir  la idea de jardín.

El primer proyecto de jardín se gestó a partir de la contemplación del milagroso efecto del riego sobre un mundo muerto. En Sumeria lo que dividía un jardín o un campo cultivado era la trama de los canales de irrigación, presumiblemente una intrincada red de canales que se conectaban con el rio y que estructuraban a su vez a la ciudad, delimitando sectores o barrios. Por todo ello, para los sumerios el origen de la vida no se concebía fuera del marco urbano. Así, el exuberante oasis lleno de verdor se extendía entre los ríos Tigris y Eufrates, cuál vasta alfombra, geometrizada por la presencia de los canales y cuya idealización se trasladó a la proyección de todos los jardines de la época.

Abrir chat
1
Hola! ¿En que podemos ayudarte?

Nuestro horario es de lunes a jueves de 8h a 15h y de 16h a 18h. Viernes de 8h a 15h